viernes, 27 de abril de 2012

Inquietud.

Son tantas las cosas que no me han dejado dormir... Ni en la madrugada me calmo. Incluso diría que es el momento que más temo del día, cuando todos se esconden y yo estoy completamente solo. Quizá me dedique a ver los resquicios que quedan de la humanidad después de un atareado día... Y me dan arcadas. Hay demasiada gente enferma, demasiado falso fanatismo, demasiadas transformaciones repentinas. Demasiadas estúpidas apariencias que no son más que eso. No veo más que la necesidad de formar parte de algo, y no sólo eso, sino también que los demás vean que lo formas. La estúpida necesidad de tener una vida digna, ¿¡digna para alguien!? ¿¡Digna de ver!?  Si no es así, dejad de comportaros como si lo fuera y demostradme que en el fondo sois alguien y no el eco de algo que ni siquiera entendéis la mayoría de vosotros. Sois completamente imitación. Necesitáis dejar constancia de muchos de vuestros actos para así manipular la realidad, y la insignificante percepción de vuestras tristes existencias. Y aquí estoy yo, sin más reclamos sociales que los necesarios e inevitables. Actúo de la forma más sensata que mi mente alcanza a entender, y sin embargo estoy perdido, enterrado y pudriéndome entre la suerte y la humildad que me han tocado. Ya no sé si quiera si tuve unas buenas cartas que nunca supe jugar, o las he jugado bien a pesar de ser pésimas. O quizá es que esta partida aún no ha acabado y algunos creen que ya tienen el derecho de alzarse como ganadores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario