domingo, 21 de abril de 2013

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Hoy es un día para desesperarse. Más allá de las apariencias, el conjunto difuso de todo lo que soy y que jamás podré definir sigue ahí.  Lo más triste de todo me parece no poder siquiera aspirar a una vida normal. Normal, con esa sensación de libertad, ese derecho a luchar inevitable e inexplicablemente por algo que quieres, independientemente del todo lo demás. Y he ahí el problema: Jamás seré independiente. De serlo, no sería humano, sino un pobre cuerpo casi inerte que se pregunta qué pinta allí donde está. Ni siquiera necesito esto, pero mi yo futuro lo agradecerá.