lunes, 10 de febrero de 2014

Legado.

Una vez leí algo de un hombre cuyo nombre no me dijo demasiado. No conseguí saber mucho de él, sus palabras estaban meramente citadas en un texto más extenso, sin embargo éstas fueron esclarecedoras. No quiero ser explícito.

Las palabras que leí salían en defensa de la rectitud y la corrección del lenguaje. Espero que no os equivoquéis. Este hombre quería conseguir que el vocabulario técnico fuera más humano, cuando éste trataba de humanos. No somos sujetos que sufren trastornos, no somos causa y fin. Somos más bien un proceso y una serie de condiciones. Nos encadenamos con el paso de los años, pues ni siquiera decidimos quién podemos ser.

Siento no poder tocar temas que hagan partícipe al joven estándar, al lector medio, a cualquiera de vosotros. Me veo obligado a recurrir a sentimientos que se manifiestan sin permiso. Recuerdo los días en que leía esas palabras como los peores de mi existencia. Eran todos similares: largos, grises, vacíos y solitarios. Podía llegar a pasar horas tirado, deseando que pasara el tiempo, con la esperanza de que tarde o temprano pudiese manejar los segundos a mi antojo. Cualquier cosa que otro pudiese considerar placer, yo lo consideré una distracción. Cualquier obligación me parecía innecesaria ya que no estaba sujeto a nada. La convivencia con otras personas era insoportable. Todas las palabras que pude escuchar carecieron de sentido, tanto como dichas personas. Yo sólo quería comprensión, y ni siquiera encontré un intento de ello. 

Los días, los meses y finalmente algún que otro año pasaron con la promesa de que todo cambiaría, de que sólo era un niño pequeño que lo desconocía todo de la vida. Quizá ese fue el problema, que nunca fui un niño y me trataron como tal. Llevo años tratando de huir de una vida a la que estoy atado. 

Lo cierto es que el tiempo ha pasado y sigue pasando con indiferencia. A veces los días han sido extraordinariamente volátiles, incluso he llegado a disfrutar. Sin embargo, el sumatorio final sigue siendo insatisfactorio. Los días extraños siguen presentes en un alto porcentaje. El contacto social me resulta insípido. Me siento aislado, como si la realidad que percibo fuera completamente distinta a la de los demás. Supongo que son estigmas de la maldición de mi existencia, presentes en días en que preferiría haberme quedado dentro de mi madre. Discúlpenme por ser explícito.